La conjuntivitis es la inflamación de la conjuntiva, una membrana transparente que recubre parte del globo ocular y la porción interna de los párpados.
La conjuntiva contiene pequeños vasos sanguíneos que se ven como delgadas líneas rojas sobre la esclera (blanco del ojo) y que, cuando se inflaman, confieren un aspecto rojizo al ojo.
Las conjuntivitis suelen tener evoluciones benignas que no afectan a la visión, pero que pueden complicarse si no se tratan adecuadamente.
Hay tantos tipos de conjuntivitis como factores que las causan:
La mejor medida es evitar la exposición al agente alérgeno. Cuando no es posible, o no se han tomado las medidas oportunas y aparece alguno de los síntomas descritos, es aconsejable consultar al oftalmólogo. En el caso de conjuntivitis infecciosa, además, deben tomarse algunas medidas para evitar contagios:
Los síntomas más frecuentes de conjuntivitis son enrojecimiento, picor, sensación de cuerpo extraño o "arenilla", hinchazón de los párpados, lagrimeo y secreciones.
Los síntomas de complicación podrían ser dolor externo al abrir y cerrar los párpados, fotofobia, hinchazón significativa de los párpados o sensación de cuerpo extraño.
Los afectados por conjuntivitis bacteriana suelen tener abundante y espesa secreción amarilla o verdosa, y es habitual que amanezcan con los párpados pegados.
En la conjuntivitis alérgica predomina el picor y también pueden sumarse otros síntomas de alergia nasales (estornudos, obstrucción y secreción acuosa), bronquiales (asma) o de la piel (dermatitis).
El tratamiento de la conjuntivitis varía significativamente en función de la causa que la produce:
Aplicación de colirios antibióticos