La lágrima se produce en la glándula lagrimal, además de en algunas glándulas accesorias, y tiene la función de cuidar la superficie ocular, lubricándola, eliminando los alérgenos y protegiéndola de los agentes externos. Al final, la lágrima se drena o evacúa, con ayuda del parpadeo, hacia la vía lagrimal (que se inicia en la zona medial del ojo y sigue hacia a la nariz y, por último, la orofaringe).
Cuando hay un exceso de lágrima en la superficie ocular ocurre el “ojo lloroso” (epífora), un problema molesto y relativamente frecuente, que supone uno de los síntomas que más a menudo aquejan los pacientes que visitan al oftalmólogo.
En caso de lagrimeo excesivo se requiere una exploración exhaustiva por parte del oftalmólogo, con el fin de poder orientar la causa del problema. A groso modo, este puede deberse a:
En la mayoría de ocasiones, el ojo lloroso no se puede prevenir. Sin embargo, cuando está relacionado con determinadas causas, sí que se pueden tomar algunas medidas. Por ejemplo:
Además del exceso de lagrimeo, existen otros síntomas asociados al ojo lloroso como:
Debido a la variedad de causas del lagrimeo por exceso de producción de lágrima, existen diversos tipos de tratamientos médicos dirigidos a cada una de ellas.
En cuanto a la incapacidad de drenaje, la mayoría de veces se precisa de tratamiento quirúrgico para conseguir que la conexión ojo-nariz sea patente y funcional.
La cirugía más común en estos casos es la dacriocistorrinostomía (DCR), con la que se consigue un nuevo conducto de paso de la lágrima desde el ojo hasta la nariz. Para ello existen diferentes técnicas:
En manos expertas son técnicas con un éxito superior al 90%, siempre que se realice una correcta selección de los casos.
La DCR es una cirugía que se realiza con anestesia local bajo sedación y que no requiere ingreso.
El ojo lloroso debe ser tratado por oftalmólogos especialistas en oculoplástica, que abarca los problemas de los párpados, la órbita y la vía lagrimal.