La colocación de dispositivos de drenaje o válvulas es una cirugía de glaucoma que, mediante un tubo, permite conectar el espacio intraocular con un reservorio o plato que se coloca en el espacio subconjuntival del ojo.
Esta cirugía se indica a pacientes con glaucoma refractario (que no responden al tratamiento) y que, usualmente, también padecen otros problemas oculares como retinopatía diabética, desprendimiento de retina o queratocono. En consecuencia, el estado del ojo no permite realizar una cirugía de drenaje habitual, ya sea la trabeculectomía o la esclerectomía profunda no perforante.
Realizar un examen oftalmológico completo es fundamental para determinar el tipo de glaucoma y su fase de evolución, así como para identificar la presencia de otras patologías oculares. Las pruebas diagnósticas que generalmente se llevan a cabo son la campimetría o estudio del campo visual, la tonometría para medir la presión intraocular, la gonisoscopía para la visualización directa del ángulo iridocorneal, la paquimetría o medida del grosor corneal y la exploración del nervio óptico (directa o bien con pruebas automatizadas como la OCT o la HRT).
Esta técnica se puede realizar de manera aislada o en combinación con cirugía de catarata, cirugía de trasplante de córnea o cirugía de desprendimiento de retina.
El tubo del dispositivo de drenaje se puede ubicar en diferentes partes del ojo, e función de si el paciente ha sido operado previamente de catarata o de desprendimiento de retina. La colocación se realiza en quirófano bajo anestesia local y sedación completa, asegurando así la tranquilidad del paciente durante todo el procedimiento.
El paciente puede presentar visión borrosa tras las primeras semanas de la colocación del dispositivo.
En casos excepcionales, puede haber riesgos de generar diplopía (visión doble) y de presentar hemorragias, infecciones o desprendimiento de coroides.