Los tumores oculares pueden aparecer en los párpados, en el ojo (la conjuntiva, la coroides o la retina) y en la órbita (cavidad que aloja el globo ocular).
Dada su delicada localización es necesario un diagnóstico y tratamiento precoces. El tiempo puede ser crucial para salvar la visión, el ojo, e incluso al propio paciente en los casos más graves.
Existen varios tipos de tumores, tanto benignos como malignos, que afectan al ojo y a sus diferentes estructuras. Entre los tumores intraoculares, los principales son:
Algunos tumores son congénitos, como el 50% de los retinoblastomas, que se transmiten de una generación a otra y afectan a 1 de cada 15.000 recién nacidos.
Otros, como los melanomas intraoculares, no tienen factores de riesgo específicos. Algunos pueden venir asociados a un síndrome o bien pueden ser secundarios propagados desde territorios adyacentes o debidos a un proceso de metástasis.
Los tumores intraoculares no se pueden prevenir, pero sí que es posible diagnosticarlos precozmente. Para ello es aconsejable hacerse anualmente una exploración rutinaria del fondo de ojo a partir de los 50 años, edad en la que es más común que empiecen a aparecer.
Además, dado que las lesiones malignas pueden reincidir con el tiempo, es importante que una vez tratadas se realice un seguimiento periódico.
Al ser internos, a menudo pasan desapercibidos inicialmente y son asintomáticos. Algunas señales de alerta que pueden asociarse a un tumor intraocular son:
Por eso, los tumores intraoculares son diagnosticados con frecuencia durante un examen oftalmológico de rutina.
El tratamiento de los tumores oculares depende de su tipo, ubicación y tamaño. En aquellos casos en que son malignos, generalmente requieren ser extirpados mediante cirugía de microincisión, que puede reforzarse con quimioterapia o radioterapia local en coordinación con un oncólogo, logrando un elevado índice de éxito.
Para los melanomas de coroides la terapia de elección suele ser la braquiterapia, que consiste en una placa radioactiva de rutenio o yodo situada durante unos días en la zona tumoral. Al ser local, evita la radiación externa y reduce posibles efectos secundarios, por lo que es una opción mínimamente invasiva.
Asimismo, los hemangiomas coroideos suelen tratarse con terapia fotodinámica y los retinoblastomas con una combinación de quimioterapia con láser y crioterapia.