La ciclofotocoagulación transesclereal con láser diodo es un procedimiento que se realiza en quirófano y consiste en aplicar este láser sobre la zona del ojo que produce el humor acuoso (cuerpo ciliar) para que disminuya la secreción de líquido, y, por tanto, la presión intraocular.
Al tratarse de un procedimiento ciclodestructivo (destruye el cuerpo ciliar), suele reservarse como tratamiento de segunda elección para el glaucoma, cuando ya no hay posibilidad de otros tipos de cirugía para esta patología o se trata de ojos con muy baja visión.
La campimetría (estudio del campo visual), la tonometría (toma de la presión del ojo), la gonisoscopía (visualización directa del ángulo iridocorneal), la paquimetría (medida del grosor de la córnea) y la exploración del nervio óptico –ya sea directa o con equipos automatizados como la OCT o HRT– son las pruebas más habituales que se realizan previamente en consulta a los pacientes.
Mediante una revisión oftalmológica completa es posible detectar correctamente el tipo de glaucoma y la fase en la que se encuentra, además de identificar la presencia de otras patologías oculares, para realizar la mejor indicación del tratamiento.
No hay riesgos o precauciones especiales a tener en cuenta.
La ciclofotocoagulación transescleral con láser de diodo es un procedimiento rápido ya que no es intraocular, es decir, no requiere entrar dentro del ojo y no hay incisiones ni suturas. Se realiza en quirófano para aplicar anestesia local y así evitar que el paciente sienta dolor.
El paciente puede presentar visión borrosa e hipotonía (bajada excepcional de la presión intraocular) tras las primeras semanas de la intervención. En casos excepcionales, puede haber riesgo de hemorragia, inflamación o desprendimiento de coroides.